Los chicos de historia




Jueves 14 de mayo de 2009

JOSÉ MARÍA POU Actor, director y adaptador de «Los chicos de historia», que se monta hoy en Avilés


Saúl FERNÁNDEZ
José María Pou (Mollet del Vallès, Barcelona, 1944) es uno de los actores más prestigiosos de la escena española. Pese a ello, su trabajo no se limita únicamente al teatro, donde lo ha sido todo. El cine y la televisión tampoco le son ajenos; se le ha podido ver en filmes tan dispares como «Maradentro», «Goya en Burdeos» o, la última, en «Barcelona (Un mapa)». Hace pocos meses, además, aceptó la dirección artística del teatro Goya de Barcelona, el de Margarita Xirgu, el de algunos estrenos mundiales de Federico García Lorca... En 2007 Pou pasó por el teatro Palacio Valdés con su debut en la dirección: «La cabra», uno de los últimos guiones de Edward Albee, el de «¿Quién teme a Virginia Woolf?». Llega esta noche de nuevo a Avilés con un espectáculo guisado como Juan Palomo: «Los chicos de historia», de Alan Bennett: actor protagonista, director, adaptador e, incluso, empresario. La función que se estrenó en el Goya, a finales del pasado verano.

-Otra vez en Avilés.

-Como cuando «La cabra», que comenzó la gira en castellano en el Jovellanos. Al día siguiente estuvimos en el Palacio Valdés y más tarde hubo dos años de gira por todo el país.

-Que ya es tiempo para mantener un idilio zoofílico tan singular como el de «La cabra».

-Desde luego que sí, te dejan marcado. Tres años de gira, porque uno de ellos estuvimos en Barcelona, en catalán. Pero nada, al final maté a la cabra porque era mía. Ya no había más aguante. Y eso que sabíamos que había muchos teatros que todavía querían ver la función... Ya era suficiente.

-Y ahora, además, se ha puesto a dirigir un teatro.

-Es que me complico la vida... Siempre dije que sólo sería actor, que este de interpretar era el oficio más excelso. Me resistí a dirigir. Y, además, mucho. -¿Y qué ha cambiado ahora?

-Que estoy en una de las últimas etapas de mi vida y me apetecía meterme a hacer cosas que eran nuevas. -¿Cómo adaptar autores británicos?

-No se crea. En esto no soy nuevo. He traducido catorce o quince funciones distintas, catorce o quince que me han estrenado otros. Pero llegó «La cabra» y pensé que era tan fantástica que no podía renunciar a dirigirla. Y eso hice.

-Y le dieron muchos premios.

-Algunos.

-¿Y lo de dirigir el teatro Goya?

-Fue en su día el mejor teatro de Barcelona. El grupo Focus me propuso ponerme al frente y, claro, no me pude negar.

-El fantasma de la Xirgu...

-Siempre se dijo que está en el Romea, pero ella trabajó en el Goya en aquellos días de la República, era la actriz de Federico García Lorca. Después de la guerra, como tantas cosas, desapareció. Lo hicieron cine. Focus lo ha reconstruido y lo quieren destinar al gran público, pero con un tipo de teatro que es, a fin de cuentas, el que me gusta a mí.

-Hablemos ya de «Los chicos de historia».

-Ha sido la función con que inauguramos la temporada en el teatro Goya. Es de Alan Bennett, un autor que está a la altura de Tom Stoppard o de Harold Pinter. De su misma generación, pero no tan conocido aquí.

-Y encima, nunca lo han representado en España.

-Tengo mucho a respeto a autores como Bennett. Y, es cierto, nunca se ha representado aquí. Quizás porque sus espectáculos exigen repartos que no siempre son asequibles para las empresas privadas. Pese a eso, Focus se ha metido en esta aventura, que hay que pensarse... porque, además, no tenemos ninguna subvenciona.

-¿Cuál la historia de «Los chicos de historia»?

-Esta función habla sin complejos del placer de ser culto y estar bien educado. La enseñanza es el motivo principal de la función. Elegí este guión, además, porque me permitía dar la primera oportunidad a ocho actores jóvenes y hacer el primer montaje de un teatro como el Goya, que volvía a echar a andar. -Y usted se ha reservado el papel del profesor sabio e ideal.

-... El profesor que todos hubiéramos querido tener: un poco extravagante, pero el que te lleva por caminos humanísticos y no técnicos. Esos profesores que te enseñan a vivir, que te hablan de poesía y cine clásico y que crea una complicidad con los alumnos. Y, por todo ello, provoca cierto resquemor con sus jefes, que piensan que lo único importante es el éxito. Por eso es que llaman a un joven profesor que se limita a enseñar lo mínimo para aprobar y no se preocupa de nada. -Pero, claro, su personaje tiene un lado oscuro.

-Por supuesto, Héctor, el profesor, no es monolítico. No todos los buenos son siempre buenos... Hacia la mitad se pasa a una zona oscura.

-Acaba de estrenar otra dirección escénica: «La vida por delante».

-Con «Los chicos de historia» debutamos en septiembre y en los dos últimos meses combiné las funciones con la dirección de Concha Velasco, que ahora está arrollando, con el teatro lleno todos los días. Estará en el Goya hasta el próximo mes de agosto, luego iniciará la gira. Es un espectáculo muy distinto a este de «Los chicos de historia», muy pequeño. Fue cosa de Concha Velasco, que pretendía dejar a un lado su imagen más tradicional. Interpreta a una vieja prostituta de setenta años, un personaje muy emotivo.

-¿Y la veremos en Avilés?

-Supongo que sí, pero eso no corre de mi cuenta.

-Lo que veo es que tiene una agenda...

-... De infarto. Antes de dirigir «Los chicos de historia» me metí con «Su seguro servidor, Orson Welles», donde interpreto al propio Welles. A partir de septiembre voy a salir de gira con los dos espectáculos, como se hacía antes. Unos días haré «Los chicos...» y los otros, daré vida a Welles. Así estaremos hasta finales de 2010. Al año siguiente dirigiré otra función, que estoy buscando ahora.

«Dirijo el teatro Goya porque me complico la vida... siempre dije que este de interpretar era el oficio más excelso»

«Quizá no se ha representado hasta ahora a Bennett porque exige repartos poco asequibles»

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