Mike Stern puso el colofón al Festival de Jazz de Gijón


Mike Stern puso el colofón al Festival de Jazz de Gijón, al mando de una guitarra colmada de matices y recovecos trepidantes

Mike Stern con la guitarra y Randy Brecker, a la trompeta, en un momento del concierto en el Jovellanos./CITOULA


Fin de fiesta por este año en el Festival de Jazz de Gijón. O punto y seguido, si tenemos en cuenta que el próximo mes el Teatro Jovellanos recibirá los aires vocales de un pariente musical muy próximo, el gospel. De momento, nos hemos quedado con el regusto que a lo largo de esta semana brindaron el vibráfono de Mike Mainieri, la seda de Patricia Barber, el espíritu trinitario de The Bad Plus, y ayer, en el corolario, el indiscutible portento con el que Mike Stern surca los trastes de la guitarra en un visto y no visto que requiere la colaboración de todos los sentidos para comprender de donde procede tal carga de energía armónica, un torrente de inspiración que va del cristal fino de los agudos a la distorsión rítmica estremecida, con parada y fonda en espacios más sosegados.
La música en la cabeza
Stern debe tener toda la música en la cabeza, sin una sola rendija exenta. Hace sencillo lo imposible y en los pasajes de cuerda liviana arranca notas que uno no espera que estuvieran ahí.
Formado precozmente en el piano, pronto derivó hacia la guitarra, teniendo como referentes a los más grandes, Eric Clapton o Jimi Hendrix. Y, sin duda, la elección se ha plasmado en una auténtica herencia.
De él dice Mike Zwerin que es el mejor guitarrista de su generación, y aunque en estas cosas de las clasificaciones ordinales el arte tiende a huir de numeraciones, lo que puede asegurarse es que Mike Stern asombró al público multitudinario del Jovellanos con un magisterio soberano, mediante un virtuosismo puro que ni siquiera cae en la tentación de rizar el rizo. Jazz teñido de blues y juego, funky, reverberaciones ancestrales, fundamento, amplitud y el ejercicio de unos dedos que vuelan y salpican colores. Hay quien opina que la guitarra es un instrumento acaso demasiado lineal. Nada más ajeno a la pintura que dibuja el intérprete de Boston, colmada de matices y recovecos trepidantes.
Puede que en tanta riqueza expresiva, no sea ajeno el paso de Stern por la banda del trompetista Miles Davis, la escuela por antonomasia del jazz, que ayer mostró en su viento también el trompetista Randy Brecker, la otra columna del concierto. En fin, un colofón pra el festival que se cerró con una ovación atronadora.

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